Por Carlos Semorile
En julio de 1911, poco
antes de debutar en su Santiago del Estero, Andrés Chazarreta le decía a un
periodista: “En mis representaciones se verá la hermosa tradición de nuestra
provincia y que a la par de la música, los bailarines interpretarán los
distintos bailes criollos de antaño y que el tiempo va esfumándolos por una
apatía incomprensible. Entiendo que es el momento oportuno de hacer revivir
esas tradiciones y presentar al mundo civilizado sus grandezas… millares de
argentinos mueren sin conocer la música tradicional creada por nuestros
antepasados”.
Diez años más tarde, la
compañía de Chazarreta recibirá un decisivo apoyo al presentarse en la siempre
difícil Buenos Aires. Don Ricardo Rojas recordaba de este modo aquel ciclo
memorable en el Politeama: “Presenté comentando su repertorio, y durante
numerosas noches el teatro fue lugar de asambleas agitadas por una honda
emoción estética y patriótica. A pesar del ‘tango argentino’, se vio que
poseíamos otra danza más profunda y más pura. A pesar del cosmopolitismo, se
vio que las brasas del espíritu nacional podían reencenderse al contacto del
arte. Contribuían a ese efecto la variedad del repertorio, la maestría de los
intérpretes, la novedad del acontecimiento; pero también la voz de Patrocino
Díaz, pues el verso y la música son integrantes de la danza en toda fiesta
popular argentina. El coro de las vidalas, el frenesí de la mediacaña, la
elegancia del cuando, la alegría del gato, la gracia de la zamba, la ingenuidad
de la firmeza, el ritmo del malambo, acompañados por la guitarra, el arpa y la
caja, hicieron sentir, en la emoción del baile nativo, el alma de la patria”.
Efectivamente, Rojas
pensaba que “el alma de las Naciones tiene también su canto”, y por eso mismo
se congratulaba de haber redactado el programa de la revista Música de América,
que “ha sido la tribuna que más valientemente ha preconizado las doctrinas de
Eurindia en la música, en contra de un cosmopolitismo sin raza ni inspiración
personal”. Aún con semejante lastre, el diagnóstico para una música propia y no
imitativa, no era malo: “Todo esto será vencido por la escuela argentina que
empieza a crear obras originales”. Unas páginas más adelante -y siempre en
Eurindia- dirá Ricardo Rojas: “Recientes investigaciones sobre la música y
danzas argentinas, han dado valor a la letra que generalmente las acompaña. Los
repertorios de Chazarreta y Gómez Carrillo, ambos de reciente edición, ilustran
esta materia del canto regional, en cuanto se refiere a las provincias del
norte, así como hay un viejo libro de Lynch sobre el canto popular en la
provincia de Buenos Aires, tal como floreció hace medio siglo. En mi ‘País de
Algunas de esas
“abundantes coplas” serían extractadas casi medio siglo más tarde por
Buenaventura Luna e interpretadas por él mismo y por su conjunto Los Manseros
del Tulum, en una grabación que en 1949 constituía toda una novedad: era la
primera experiencia en el mundo entero de un “libro sonoro”. Basado entonces en
El País de
Con similar nostalgia,
Atahualpa Yupanqui recordaba La vidala del regreso, de Rojas: “Vuelvo cantando
a estos pagos donde otros años viví… Ay, vidalita de mis paisanos, santas
memorias me traen así”. Y seguía diciendo Yupanqui: “Siempre recuerdo las
lecciones que daba don Ricardo Rojas sobre la praxis de folklore, sobre la
filosofía de folklore, sobre esa materia tan hermosa y difícil que es la
psicografía, la psiquis del paisaje la llamaba él en sus ejemplares clases de
aquellos años, el ´25, el ´28, el ´30, el ´32. Nunca fui su amigo en el tramo
profundo, había grandes diferencias. Mi orfandad, mi pobreza, el andar que me
condenaba. Hace muchos años que no oigo el nombre de Ricardo Rojas y de sus
obras. Ni siquiera en los centros culturales donde se estudia, se lee o se
busca la raíz. Destino será. No sé quién gana con eso, o quién pierde. Sólo me
llama alguna copla, aquella que dice: ‘ninguna fuerza se pierde, toda fuerza se
gana, por pequeña que parezca’. Me place recordar a un argentino de quien tanto
aprendimos y a sus reflexiones, sus desvelos, su conducta de criollo, de hombre
que estudiaba, que apagaba tarde su lámpara para beneficio de
En pocas líneas, hemos
nombrado a cuatro argentinos -Ricardo Rojas, Andrés Chazarreta, Atahualpa
Yupanqui y Buenaventura Luna-, cuatro criollos que tal vez por sus grandes
diferencias no llegaron a ser amigos “en el tramo profundo” pero que
compartieron una misma pasión por el país argentino. Ellos lucharon para que
dejásemos de ser un pueblo sin confianza en nuestras propias capacidades -que
fatalmente desconocemos-, y cándidamente dispuestos a dejarnos intimidar por
cualquier “civilización”. Habitualmente se nos dice que permanecemos anclados
en el pasado pero, lejos de ello, giramos en el vacío que se produce por efecto
del permanente quiebre con nuestra herencia comunitaria. Como en alguna
oportunidad se escribió, cada nueva generación debe empezar todo desde cero,
obligada como está a interrogar una identidad por lo menos confusa y de seguro
desarraigada. Pero, ¿no hablábamos de música? Sí, y al hacerlo surgió esta trama
de nombres y reflexiones sobre el destino argentino, sobre sus “supuestas”
imposibilidades y sobre las reales potencialidades de
Buenas paisanos !! nombrar a estos cuatro patriotas es el sentimiento nacional por excelencia y valor! Un deseo que estas grandes obras no se pierdan para nada en el mundo!. Los invito a todos que lean esta pequeña acotaciòn divulgen a los cuatro puntos cardinales del mundo entero! parafraseando a nuestro poeta pampeano Julio dominguez "El Bardino" que dijo:
ResponderEliminar“Si alguno se cree cantor
que obedezca a su región,
de no, habrá equivocación
cuando se hable de cantares"
Catato Diaz
Cronista del Folkore
Santa Rosa-La Pampa
http://lapampeanita-haciendopatria.blogspot.com