El Pensamiento de Buenaventura Luna
jueves, 22 de agosto de 2024
"Del viaje largo, del breve amor"
Al
dorso de una de sus “hojitas sueltas”, aún se lee –con dificultad, pero se lee-
esta deliciosa “copla y media” que Buenaventura Luna escribió acaso ensayando
lo que luego sería su conocido poema “Mis agüelos”:
Mi abuelo fue arriero de viejas troperías,
mi padre fue labriego con alma de pastor.
Los dos, de aquellos hombres que consumen sus días
entre yerba, tabaco, ginebra y buen humor.
Tenían la nostalgia de antiguas tolderías,
del viaje largo, del breve amor.
viernes, 19 de julio de 2024
"Luego recobra su aliento"
Nuestra
madre y abuela Olga Maestre solía usar una expresión categórica y precisa cuando
una expresión artística carecía de calidad o -peor aún- degradaba algo genuino, y entonces decía “Puro ripio”.
Este modismo lo
había tomado a préstamo del padre de sus hijos, Eusebio Dojorti, quien solía
usarla en las mismas circunstancias para descalificar lo que fuera que
pretendieran venderle como arte, sin serlo.
Brígida Maestre –hija
de ambos- pensaba que su padre había sido exigente “y diría que hasta duro con sus músicos”, pero ello se debía a que,
antes que con el resto, “primero era muy
exigente consigo mismo”.
En la vida literaria
de un escritor y poeta esto se ve reflejado en sus escritos que suelen estar
cruzados por tachaduras y por distintos tipos de enmiendas que buscan mejorar
el texto o, como en este caso, el verso.
Como puede
leerse en el escaneo, Buenaventura va ensayando diversas variantes. En un
momento escribe “El valle…”, del que
va a decir que “queda un momento como en
un vago estupor”, pero luego se decide porque sea “La vida…” misma la que permanezca en estado de estupor. En esta
deriva, hay varias líneas tachadas por completo y hay un inicio también descartado,
pero luego rescatado para que sea la primera línea del pulso final del verso, cuando
dice: “Luego recobra su aliento…”.
Lo recobra el
valle, y lo recobran los versos del poeta buceador que no se conforma con la
primera versión de lo que escribe. Era, como también decía Brígida, un gran
laburador y no se permitía caer en el “puro
ripio”.
Carlos Semorile.
La piedra se trueca en otro
y la nieve en arrebol:
sobre el cerro, como un toro,
se está desangrando el sol.
(Siguen cuatro líneas tachadas)
(Tachado: El valle) La vida queda un momento
como en vago estupor…
(Tachado: Luego recobra su aliento)
sin el más leve rumor
sin el más vago movimiento.
Luego recobra su aliento
(Siguen cinco líneas tachadas)
laborioso y creador;
y sobre el fresco verdor,
en toda extensión del agro,
cada espiga es un milagro
y un prodigio cada flor.
jueves, 18 de julio de 2024
Dorada como un canto de cencerros
Una
muestra de lo que la inspiración de Buenaventura Luna fue dejando esparcida en tantas
hojitas sueltas, como esta donde escribió:
Dorada como un canto de
cencerros,
como una tarde que murió otro día,
yo la encontré una tarde entre los cerros,
cuando el sol de los Incas se moría.
miércoles, 17 de julio de 2024
El molde de lo real
Un
par de días atrás publicamos un fragmento de un texto de Buenaventura titulado “Descripción
de Maclacasto, pago de los gauchos pobres”, destinado a su audición “V
Doble Zafarrancho Vocal”.
Dijimos entonces
que era probable que “Maclacasto” fuese una localidad imaginada por Luna para
situar allí su relato que tiene, como señala la amiga Helena Atienza, todos los
componentes de una realidad social concreta. Por su parte, y consultado por
nosotros para despejar cualquier duda, el compañero José Casas nos confirmó que
no hay registro de que haya existido un pueblo llamado así, y que es verosímil
que Eusebio Dojorti tomara a Tucunuco como modelo de “Maclacasto”.
Recordemos (siguiendo la investigación que nuestro hermano Casas llevó adelante como parte
de su Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UNC (2015) –parte de esta tesis luego la incorporó
en nuestro libro “Huaco, la tierra que yo más amo”-), que tras el fracaso de la
Unión Regional Intransigente, y antes de dedicarse a la radio con el seudónimo
de Buenaventura Luna, Dojorti bregó por los pueblos de la travesía, entre los cuales
estaba Tucunuco.
De ahí la
importancia de este nuevo hallazgo que, por lo que llevamos dicho, puede ser datado
hacia los mismos años que la ya compartida “Descripción de Maclacasto” (acaso 1935,
1936 como muy tarde). En este caso, el texto es más breve y se halla manuscrito
en una hoja suelta, de tamaño mediano, y que lleva señales del paso del tiempo
(tiene un doblez a mitad de la hoja que puede subsanarse, pero le falta parte del
margen superior derecho). Por lo demás, si bien comienza de modo similar, luego
varía y es muy interesante la manera en que Dojorti/Luna presenta a las mujeres
del pueblo reclamando a viva voz, mientras los hombres callan.
Carlos Semorile.
Descripción de Tucunuco, pago
de los gauchos pobres
Sábado. Pagan en los “Jasllampes”. Esto quiere decir que hay disgustos
y satisfacciones a todo pasto. En los “Jasllampes” tienen “el” costumbre de
“tratar a los cristianos, grandes y chicos, todos los sábados, porque todos los
sábados hay “arreglo” general de libretas.
Este “mal costumbre” que los patrones tienen
de amonestar a la pionada, suscita con frecuencia comentarios diversos en las
quinchas. Casas de mujeres que siempre tienen la lengua más suelta que el
cristiano varón…
-¡Eso es pa´ que viás vos!... Ya va pal año
y tuaviya no los han daula libranza pa´ sacar esos trapos de la tienda ´el
turco ´e la Villa…
Los cristianos varones, ¡como si
lloviera!... No oyen, no piensa p´ajuera… Como si también tuvieran callos en el
entendimiento…
Pero las mujerucas son porfiadas:
-¡Y tan amigos que son de las “retailas”!
¡Eso es lo que más me gusta a mí! Uno se mata pa´ servirleh bien, hasta con los
changos, pero ellos nunca tan conformes…
martes, 16 de julio de 2024
"Entre Chile y Argentina"
En otro de sus “papeles sueltos”, Buenaventura Luna dejó manuscrita esta belleza que habla de su viaje a Chile en 1952:
“Entre Chile y
Argentina,
yo no tuve más amigo,
no más reparo ni abrigo
que esta manta sanjuanina.
Poncho de las
arrierías
que en otro tiempo pasaron,
hace tiempo que se enfriaron
las manos que te tejieron,
las manos que te cardaron”.
lunes, 15 de julio de 2024
Narrar lo propio
Desde
hace unos días venimos publicando fragmentos de escritos –por ahora
mecanografiados, pero pronto llegarán los manuscritos- que están entre los invaluables
“papeles sueltos” de Dojorti/Luna.
El que hoy
compartimos (junto con el escaneo correspondiente al fragmento que citamos),
tiene algunas particularidades que vale
la pena señalar. Se trata de la primera parte de una narración que Buenaventura
ubica en la imaginaria localidad de “Maclacasto”, y este relato estaba
destinado a salir al salir en “V Doble Zafarrancho Vocal”, la segunda de sus
audiciones en la antigua Radio Graffigna de San Juan, allá por 1936.
Al final de esta
primera entrega de su texto, Luna decía: “Amigos de V DOBLE: Esto se va haciendo
demasiado largo. Con la licencia de Uds., continuaré mañana este relato que,
como ya se ha dicho, denominamos “Descripción de Maclacasto, pago de los
gauchos pobres”. Y debajo de estas líneas, mecanografió los breves anuncios de
la Farmacia Yanzi (de Rivadavia y Sarmiento) y de los taxis “estacionados en la Plaza de Mayo”. Lo
cual confirma que siempre escribió las publicidades de sus programas.
Respecto del
contenido propiamente dicho de su estampa, diremos lo mismo que ya dijimos en tantas
oportunidades: resulta imprescindible narrar lo propio porque, como es sabido,
no se ama lo que no se conoce.
DESCRIPCIÓN DE MACLACASTO,
pago de los gauchos pobres
SABADO- Hacia el poniente de piedra y nieve, la media tarde voltiada ya
va queriendo atropellar las tranqueras que dan campo a la noche. Están pagando
en “Los Jasllampes” de Maclacasto, pago de los gauchos pobres. Contra la
compuerta del almacén –establecido en un cuarto esquinero del viejo caserón- se
apretuja la pionada: hombres, mujeres y niños de toda laya y tamaño, en
pintoresco abigarramiento de pantalones de jerga, batas azules, percales
lunarejos o floreados, mantos oscuros y cotas de lienzo azargado, que el día
del estreno posiblemente fueron blancas…
Abigarramiento de trapos y de carne cansada
y hambrienta: campañistos, pastoreadores, camperos, regadores; chinitas
segadoras, alzadoras de trigo o quebradoras de maíz; mujerucas con labores a
destajo: chuchoqueras, tejedoras, hilanderas, majadoras, entrojadoras,
deschaladoras….; changos negritos –carnes magras y ojillos bailones de
malicia-; loriadores, langosteros, alquicheros, ovejeros…, todos niños con el
alma silenciosa habituada a la soledad de los campos, con sus alternativas
escasas pero siempre serias: la persecución del zorro, la lucha contra la
víbora y la “uplupa”, la caza de pájaros
a live u honda, el hurto de pichones de los nidos… Niños, changos campesinos,
escépticos y desconfiados por razón de ambiente… Niños que tienen en más estima
la diligente y leal amistad de su choco lanudo y olfateador, que los pone sobre
aviso de todo peligro y posibilidad de aventura, que no la palabra casi siempre
interesada y artera de sus semejantes.
sábado, 13 de julio de 2024
Leal a mi destino
En otro de sus “papeles sueltos”, Buenaventura
Luna mecanografió este pensamiento que, hoy más que nunca, mantiene su vigencia:
“Pero
leal a mi destino,
como el gaucho Martín Fierro
tiro mi flete al destierro
y a la vieja toldería…
¡Pobrecita, patria mía
al contemplarte me aterro!”
martes, 9 de julio de 2024
“Los civilizadores sin pueblo”
Vayan, en este 9 de Julio, estas reflexiones
que Buenaventura Luna mecanografió –en uno de sus famosos “papeles sueltos”-
como introducción para el vals “Los Últimos Gauchos”:
“Tuve
en mi pago, en un tiempo,
hijos, hacienda y mujer.
pero empecé a padecer…”
Es el gaucho. Hijo de aquel que anduvo
contrapuntiando malambos de muerte tras el poncho de Balcarce, tendido como una
bandera de redención a todo viento.
Un
día se cinchó el culero y se ciñó la vincha -esa misma vincha de la doma y la cuadrera
allá en las pampas- porque sabía que el galope iba ser largo…, hasta la mesma
boca de los cañones españoles. Y se terció a la espalda la guitarra, porque a
eso iba: a cantar los cielos de la revolución, las cifras de las marchas
esforzadas, las bagualas de la victoria en los campamentos de Belgrano, en los
fogones gloriosos de Martín Güemes, gaucho siempre y General a ratos…
Y
otro día…, en la Posta de Humahuaca sofrenó el caballo sobre la rota artillería de
La Serna, sobre astillas de fusiles y cañones…, y tantió la rienda, pa´
volverse a la querencia, al rancho perdido cuatrocientas leguas adentro de su
pampa grande…
Volvía
con la vincha tinta en sangre y el cuero en gracia de las cicatrices, pero
traía soles de gloria en el culero!... Y la guitarra llena de sonoros himnos
victoriosos… Y el drama es ese: porque después, los civilizadores sin pueblo,
los dirigentes sin masa argentina lo condenaron porque no podían soportar en él
–tan sencillo y tan creyente y tan patriota- la presencia abrumadora de su
grandeza y de su gloria. Los avergonzaba…
Un
comisario le arrancó la vincha, le quitó el cuchillo, le robó el culero de los
soles inmortales de Tucumán y Salta… Y el drama es ése:
“Al
ranchito lo quinché
cuando golví de la guerra…”