Por
Carlos Semorile
Hace casi un año y medio terminamos un
trabajo que a José Casas, a Cristian Mallea y a un servidor, nos llena de
orgullo. Se trata de “Huaco, la tierra que yo más amo”, un libro homenaje a
Buenaventura Luna y a la tierra que lo vio nacer. Durante cuatro años
trabajamos duro reuniendo materiales, articulando ideas, escribiendo capítulos
y dibujando una historieta que cuenta un episodio de la vida de Luna.
Según mis cuentas (y en lo que digo de
aquí en más quedan deslindados Casas y Mallea), el libro estaba en condiciones
de ser editado en 2016, coincidiendo con el 110 aniversario del natalicio de
Eusebio Dojorti. Pero se ve que los responsables de las respectivas áreas de
cultura estuvieron reponiéndose del ramalazo del “cambio”, cual si se tratase
del Terremoto del ´44, y la cosa quedó en nada.
Perdido por perdido, pensamos que éste
podría ser el año, y confiamos. Pusimos una fecha para nada imposible
–noviembre, mes de la Tradición-, y durante meses y meses nos dedicamos a
resolver cada una de las muchas dificultades que nos fueron presentando los
encargados de editar el libro. Cualquiera que haya pasado por el noble oficio
de imprentero sabe que todo es “para ayer”, y así y todo respondimos con
solvencia y siempre “para anteayer”. Pero no alcanzó.
Ayer, cuando el libro estaba a punto de
entrar a imprenta, nos desayunamos con un súbito, extravagante e inconsulto
cambio de formato. De buenas a primeras, a menos de una semana de viajar para
la presentación, nos encontramos con un insólito “A5” que hubiese desdibujado
el laborioso diseño original y que nos obligó a parar las rotativas para no
terminar editando una chapuza. Increíble. ¿no?
Bueno, no tanto. Lo malo de tener
memoria es que, a veces, los recuerdos se imponen, más allá de la voluntad de
quien evoca. En mi caso, se me dio por recordar algunas escenas vividas con
secretari@s de cultura –municipales, provinciales y nacionales- llen@s “de
ideas e iniciativas”, pero tod@s con alguna vocación oculta pero prepotente
para el sainete. Habrá quien diga que por algo se empieza, pero…
Pero así no vamos a ninguna parte. No
alcanza con repartir tarjetas a diestra y siniestra, si después no se responden
los llamados o no se contestan los correos electrónicos. No sirve invitar a
alguien si luego se lo destrata, o si se pretende impedir un viaje cultural
porque se sale de la “jurisdicción”. Las promesas incumplidas no sólo no suman,
sino que restan, y las declaraciones “de interés” sirven si el libro está
editado.
Evidentemente, hablamos lenguajes
distintos. Es como aquel secretario de cultura que me dijo que no dejara de
llamarlo y, cuando lo hice, me pidió que lo contactara “en cinco” porque debía
salir de raje a comprar cigarrillos. Debe fumar una marca muy exótica porque
nunca más me atendió. Nadie les pide que hagan el laburo de uno. Sólo se les
ruega que no lo entorpezcan. Unos elaboramos materiales culturales, los otros
juegan a la batalla naval. En este caso, A5 significa “hundido”.