Por Carlos
Semorile
Esta
podría ser, acaso, una breve historia sobre el vals “Puentecito de mi río”,
sobre los tiernos motivos que Buenaventura Luna tuvo para componerlo y,
también, sobre un precario puente que pasaba por
Fue un
instante fugaz en el vacío;
fingió un
gesto de amor tu faz morena,
yo te conté
mi pena de amor junto al río
y te pedí un
amor de luna llena.
“Alguien
recuerda que tuvo una novia. Ella vivía algo lejos. Cuando de noche se desvelaba
pensando, montando su caballo galopaba cruzando el ‘Puentecito’, para ir a
cantarle una tonada en las sombras de la noche y volverse sin verla. Pero la
perdió”.[1]
Yo te
conté mis penas junto al río
era un gesto
de amor tu faz morena…
“Se
la quitó un amigo rico. Tenía 14 años. Escribió una carta a ese amigo,
hablándole del concepto de la amistad que él tenía. ‘El mejor blasón de un
hombre -decía- es ser buen amigo’. ‘Hizo bien en elegirte a ti. Tú eres rico,
culto. Yo solamente, como dice ella, una inteligencia campesina, una
inteligencia perdida, una inteligencia destruida’. Entonces, abandonó Huaco”.[2] No sin
antes escribir “unas décimas adolescentes a un amor frustrado”.[3]
Me diste
lo que me diste…
y si eso es
todo cuanto pudiste,
ya no he de
ponerme triste
porque no
existe lo que mentiste.
Puentecito de mi río
Puentecito del río que pasa
hacia el valle de fresco verdor,
cuántas veces al ir a su casa
a besar de sus labios la flor,
como el río que corre cantando
tú escuchaste mi canto de amor.
Viejo puente de piedra entre
las flores
de mis selvas y sierras del
Chañar,
ya no estás como entonces sobre
el río
que mil noches platearon las
lunas al pasar.
Roto el puente ya no podré
llegar
con mi verso, mi copla y mi
canción,
hasta el rancho en que vive la
más bella,
la dulce paisanita que adora el
corazón.
En el cauce rezonga bravío
desafiando mi amor y mi fe,
pero yo he de vencer a ese río,
otro puente sobre él tenderé,
y otra noche cantando,
cantando,
paisanita, a tu lao volveré.
(Ilustración: “Gran Puente de
Luna”, del dibujante Cristian Mallea).