Desde
hace unos días venimos publicando fragmentos de escritos –por ahora
mecanografiados, pero pronto llegarán los manuscritos- que están entre los invaluables
“papeles sueltos” de Dojorti/Luna.
El que hoy
compartimos (junto con el escaneo correspondiente al fragmento que citamos),
tiene algunas particularidades que vale
la pena señalar. Se trata de la primera parte de una narración que Buenaventura
ubica en la imaginaria localidad de “Maclacasto”, y este relato estaba
destinado a salir al salir en “V Doble Zafarrancho Vocal”, la segunda de sus
audiciones en la antigua Radio Graffigna de San Juan, allá por 1936.
Al final de esta
primera entrega de su texto, Luna decía: “Amigos de V DOBLE: Esto se va haciendo
demasiado largo. Con la licencia de Uds., continuaré mañana este relato que,
como ya se ha dicho, denominamos “Descripción de Maclacasto, pago de los
gauchos pobres”. Y debajo de estas líneas, mecanografió los breves anuncios de
la Farmacia Yanzi (de Rivadavia y Sarmiento) y de los taxis “estacionados en la Plaza de Mayo”. Lo
cual confirma que siempre escribió las publicidades de sus programas.
Respecto del
contenido propiamente dicho de su estampa, diremos lo mismo que ya dijimos en tantas
oportunidades: resulta imprescindible narrar lo propio porque, como es sabido,
no se ama lo que no se conoce.
DESCRIPCIÓN DE MACLACASTO,
pago de los gauchos pobres
SABADO- Hacia el poniente de piedra y nieve, la media tarde voltiada ya
va queriendo atropellar las tranqueras que dan campo a la noche. Están pagando
en “Los Jasllampes” de Maclacasto, pago de los gauchos pobres. Contra la
compuerta del almacén –establecido en un cuarto esquinero del viejo caserón- se
apretuja la pionada: hombres, mujeres y niños de toda laya y tamaño, en
pintoresco abigarramiento de pantalones de jerga, batas azules, percales
lunarejos o floreados, mantos oscuros y cotas de lienzo azargado, que el día
del estreno posiblemente fueron blancas…
Abigarramiento de trapos y de carne cansada
y hambrienta: campañistos, pastoreadores, camperos, regadores; chinitas
segadoras, alzadoras de trigo o quebradoras de maíz; mujerucas con labores a
destajo: chuchoqueras, tejedoras, hilanderas, majadoras, entrojadoras,
deschaladoras….; changos negritos –carnes magras y ojillos bailones de
malicia-; loriadores, langosteros, alquicheros, ovejeros…, todos niños con el
alma silenciosa habituada a la soledad de los campos, con sus alternativas
escasas pero siempre serias: la persecución del zorro, la lucha contra la
víbora y la “uplupa”, la caza de pájaros
a live u honda, el hurto de pichones de los nidos… Niños, changos campesinos,
escépticos y desconfiados por razón de ambiente… Niños que tienen en más estima
la diligente y leal amistad de su choco lanudo y olfateador, que los pone sobre
aviso de todo peligro y posibilidad de aventura, que no la palabra casi siempre
interesada y artera de sus semejantes.
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