Por Carlos
Semorile
Cuando en Jáchal se habla de Buenaventura Luna, por
lo general, se lo menciona en un binomio junto con la palabra tradición. Esto,
siendo así, deja por fuera otras dimensiones igualmente ciertas de Eusebio,
pues Dojorti fue -al
mismo tiempo- un tradicional y un moderno, un recopilador y un innovador, un
poeta nostálgico que a la vez era un revolucionario. Esto lo percibieron con
claridad los jóvenes que en 1963 fundaron el Movimiento Nuevo Cancionero: “Hasta el advenimiento de Buenaventura Luna y
Atahualpa Yupanqui, el cancionero nativo se mantuvo en la etapa de formas
estrictamente tradicionalistas y recopilativas. Se vertía el tema tal cual
había sido hallado: en su versión primaria con pocos y esporádicos aportes creadores
que, casi sin excepción, se esforzaban por respetar el canon tradicional. De
este celo por las formas originarias y puras, sobrevendrán luego los vicios que
quieren hacer del cancionero popular nativo, un solemne cadáver”. El canto
tradicional había devenido “en un folklorismo de tarjeta postal”, y fue “con
Buenaventura Luna, en lo literario y con Atahualpa Yupanqui, en lo literario
musical, con quienes se inicia un empuje renovador que amplía su contenido sin
resentir la raíz autóctona”. Para estos muchachos, Luna y Yupanqui tuvieron una
fuerte “vocación de expresar renovadamente la canción popular nativa”.
Este debate es, en verdad, parte de un problema más
amplio como lo es de “expresar renovadamente” las tradiciones en general. Toda
comunidad que se precie tiene un conjunto de tradiciones en las cuales se
refleja y se reconoce. Pero para que ello suceda de un modo vivificante, es
preciso que las mismas mantengan su vitalidad porque, de lo contrario, pueden
convertirse en el “solemne cadáver” del que habla el Manifiesto del Nuevo Cancionero. Ahora bien, sucede que Eusebio
Dojorti no sólo participó de la renovación del cancionero nativo, si no que se
involucró -como militante político primero, y luego como militante cultural- en
el “aggiornamiento” de las tradiciones federales y populares a través del
Bloquismo y el radicalismo yrigoyenista, y más tarde en la continuación del
movimiento nacional que representó el Peronismo. Dojorti, como él mismo lo
expresó, se sintió identificado con “la bandera de la Justicia Social,
que es lo mismo que decir la justicia para el pobre, para el manso, para el
argentino humilde y sufrido de cien años de incomprensión y de indiferencia
política y social”. El legado peronista
se hizo síntesis en tres banderas –independencia económica, soberanía política
y justicia social- que ya son, sin duda alguna, un resumen de la larga
tradición de las luchas de todo el pueblo argentino en su conjunto a lo largo
de su historia.
La
crisis política del año 2001 supuso, entre otras muchas cosas, la posibilidad
cierta del desmembramiento de la
Argentina junto con la sepultura de un peronismo “de tarjeta
postal”. Pero aparecieron Néstor y Cristina Kirchner para darle “un empuje
renovador que amplió su contenido sin resentir la raíz” popular, nacional y
democrática del movimiento nacional. Ellos supieron “expresar renovadamente”
las mejores tradiciones socialmente justicieras, esas en las cuales se reflejan
y se reconocen las grandes mayorías argentinas. Y en este contexto de
recuperación de la Patria
y de reparación de los males que nos dejara la larga noche neoliberal, aparecen
unos jóvenes peronistas jachalleros que levantan las mismas ideas de Eusebio Dojorti
y deciden llevar su nombre como bandera. Por todo lo que llevamos dicho, el
surgimiento de “La
Buenaventura” nos parece un suceso de hondas implicancias
desde el momento en que rescatan a Eusebio como militante político y cultural. Es
un reconocimiento inmenso a su figura, y es un enorme compromiso frente a una
comunidad que tiene a Luna como faro de la tradición, pero que a veces lo
desconoce como referente de la revolución. Les espera un arduo trabajo
reflexivo en la encrucijada donde se juntan lo político con lo cultural. Tal
como hizo el propio Eusebio Dojorti hasta alcanzar el nombre de Buenaventura
Luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario