Por Carlos
Semorile
En este nuevo aniversario del fallecimiento de
Buenaventura Luna, decidimos reivindicarlo como el auténtico autor y compositor
de la zamba “Pampa del Chañar”, por más que en los registros oficiales figuren
otros nombres. Y, para hacerlo, nada mejor que recurrir a los recuerdos de Blanca
Carrizo, la destinataria de aquellos versos y aquella música que todo Jáchal
reconoce como suyos.
Una
de las cosas más conmovedoras que me sucedieron en esta tarea de recopilar los
trabajos de Buenaventura Luna fue haber conocido a doña Blanca Carrizo. Con
Hebe Almeida de Gargiulo y José Casas hacía tiempo que andábamos con ganas de entrevistar
a la musa inspiradora de la “Pampa del Chañar”, y la ocasión se presentó en
noviembre de 2008, en plena Fiesta de
Los
griegos decían que desde el corazón del mito brotan los discursos de la
historia y la verdad, y nosotros finalmente estábamos sentados alrededor de
Blanca Carrizo, escuchando de su voz la verdad de aquella historia que “conocíamos”
por la zamba que le dedicara Eusebio Dojorti. Su relato fue mesurado, pudoroso,
y al mismo tiempo daba la sensación de que Blanca podía, al fin, contar las
contingencias de un amor que marcó su vida y perduró en su memoria. Esto la
colocaba en cierto estado de zozobra pero, siendo mujer de una fina
inteligencia, se valió de su propia zamba para narrarnos los hechos.
Cuando era muy jovencita, Blanca fue elegida “paisana” (el equivalente a las “reinas” de otras fiestas puebleras), y la singular belleza de esta descendiente de inmigrantes libaneses llamó la atención de Eusebio:
Cuando te conocí
en Pampa del Chañar,
y me revoleó tu pollera azul sentí
en mi corazón un repiquetear por ti.
Pampa de soledad,
eso es mi corazón,
tu madre me vio cuando te besé, velay,
triste me quedé cuando te llevó por áhi.
“Él era un hombre muy bien, que me enamoró. Y yo también me enamoré de él. Él quiso casarse, me mandó los anillos y una cadenita. Entonces se fue a Chile, y me dijo: cuando venga voy a hablar con tus papás”. Pero durante la ausencia de Eusebio, las habladurías del pueblo llegaron a oídos de los padres de Blanca. Ellos hablaron con su hija y le dijeron que Dojorti estaba casado, que tenía hijos y que era demasiado mayor para ella. Cuando Eusebio regresó de Chile, Blanca le preguntó sobre su matrimonio y sus hijos. “Yo quiero que vayas a mi lado, pero no quiero que ignores nada”: era verdad que tenía hijos, pero estaba separado y nunca se había casado. De todos modos, la oposición de los padres de Blanca continuó siendo absoluta, y sólo le permitieron encontrarse con Eusebio para la despedida. Se vieron en una confitería ya desaparecida del centro de Jáchal, y “nos separamos llorando tal como dice la canción”.
Pasado
el tiempo, Blanca Carrizo se casó con don Diógenes Figueroa y juntos tuvieron
cuatro hijas mujeres. Ellas recibieron de manos de su madre los anillos y la
cadenita que le había regalado Eusebio antes de su viaje a Chile. Uno de los
dos anillos se perdió, lo mismo que un cuaderno con poesías que Dojorti le
regalara, y en cuya tapa decía: “Nace una flor al borde de un camino”. Doña
Blanca lamenta la inundación que le arrebató aquel preciado “libro”, pero
atesora el verso con que Eusebio acompañó la entrega de aquellos poemas que se
llevó la crecida:
Tienes los
ojos de mora,
y enamoras
cuando lloras,
enamoras
cuando ríes
esta hermosa
“beide abdíe”.
“Beide abdíe quiere decir Blanca Rosa, porque
yo soy hija de árabes”, nos dice con evidente orgullo. Y cuando ya nos estamos
despidiendo, reaparece el tema de la zamba “Pampa del Chañar” con toda la carga
emotiva que tiene para Blanca Carrizo: “Siempre para esta época de
Ojalá, entonces, que Susana lea estas líneas y pueda acercarse hasta la casa de doña Blanca a cantarle la bella zamba que le dedicó Eusebio Dojorti.
Hermosa nota! Te cuento Carlos que fui directora de la Escuela de comercio Eusebio de Jesus Dojorti de Jáchal y en una oportunidad, en ocasión de la conmemoración del fallecimiento de Don Buena, esta zamba fue bailada por una pareja de alumnos de la escuela. La niña, descendiente directa de Doña Blanca, llevaba puesto uno de esos anillos, tesoro familiar,usado especialmente para la celebración. Gracias por compartir y divulgar tus textos, y la maravillosa sabiduría de Don Buena. Beatriz Scelzo de Navarro
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