Hace un tiempo nos regalaron una foto del
algarrobo que está al pie de la tumba de Buenaventura Luna en Huaco. Las
imágenes habituales de este árbol nos lo muestran en su relación con la tierra
gredosa, singularmente vinculado a la última morada de Eusebio Dojorti. Pero la
toma del dibujante Cristian Mallea (de estirpe sanjuanina, hijo de un
jachallero de
Los árboles
¿Cómo nací? Lo ignoro. Tal vez gimiendo.
Desnudo y hambriento: menesteroso.
Cuando quise acordar, ya estaba viviendo;
y nunca pude saber si infortunado o venturoso.
¡Qué bien me acuerdo de aquellos años
de sorpresas y deslumbramientos! No me dolía
nada. Y fui feliz con engaños
que me forjé con retazos de sueño y fantasía.
Cierto. Todo me sorprendía
y encantaba. La luz,
(la luz fue mi alimento total y permanente)
se me fue mostrando en todo: en la polifonía
de los pájaros, en el canto del río,
en el canto del hombre
y hasta en el resplandor sagrado
de la cruz.
No me dolía nada… Y un día me dije:
“También la tierra es madre y hembra.
Tiene que ser dichoso el que la siembra”.
(Me lo dije a raíz de un dolor
y puesto que ya bien sabía
que si yo vivía
fue porque siempre me cuidó el amor).
El hombre sólo es enteramente libre cuando canta (por el gusto de
cantar).
Mis árboles trabajan mientras duermo.
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