Publicamos hoy un cuento casi "inédito" (o, para mejor decir, casi deconocido) de Eusebio Dojorti. En el mismo
aparece, con mucha claridad, la semántica del habla campesina. Su nombre es El cuento de la avaricia y, según leemos
en unas hojas de la “Segunda Encuesta sobre el Habla Regional”, “fue publicado en ‘La Montaña’, diario
sanjuanino de gran resonancia en su época, que dejó de publicarse en 1930”. Y agrega: “Fue su Director don Eusebio Dojorti (más
conocido posteriormente como folklorólogo y filólogo bajo el pseudónimo de
‘Buenaventura Luna’), quien nos dice que las diferencias que pueden anotarse en
cuanto a la traducción fonética del lenguaje popular responden a la realidad,
acaso porque nuestros paisanos son muy cadenciosos al hablar. De tal modo dicen
indistintamente ‘diya’ o día, ‘puehs’ (aspirando la s hasta convertirla casi en
una h), o pues, ‘entuaviya’ o ‘entuavía’ o ‘tuaviya’ o ‘tuavía’, ‘pór´que’
(uniendo las dos palabras) o por qué, ‘eiba’ o iba, etc., etc., según las
diversas combinaciones de los sonidos se acomoden a esa marcada tendencia hacia
la musicalidad de la parla”.
El cuento que tiene una suerte
de explicación introductoria: “El cuento
que sigue tiene una gran semejanza con la antigua fábula del Rey Midas. Es
popular en toda la provincia, según parece, y lo refieren indistintamente
hombres y mujeres del servicio en noches de cocina, después que han terminado
las faenas ordinarias de ‘las casas grandes’. Su tema es el de la ambición.
Pero como esa palabra tiene poca vigencia en las clases más humildes de la
comarca, habría que denominarlo ‘El Cuento de la Ambicia o, más propiamente
aún, ‘El Cuento de la
Avaricia’. El narrador puede ser un viejo pastor analfabeto,
hablando a un ruedo de rústicos de alpargata u ojota o ‘ushuta’, suerte de
sandalia de cuero crudo”.
Leamos,
entonces, El Cuento de la Avaricia:
Dicen que
dicen que había en los tiempos de cuanta, un hombre muy pobre!..., que vivía
con su mujer e hijos en un puesto de cabras de la sierra. Las hijas mujeres
eran más que los hijos varones, que eran tres. Y como el hombre, ya medio vejancón,
se iba hallando cada vez con menos juerzas pa´ mantenerlos a todos, un diya el
shulco -que era el más inocente de los tres varones y que se condolía del
sufrimiento de su taita ante la situación de la familia- resolvió pedirle a
aquél la bendición pa´ dirse a rodar tierra:
-Deme la
bendición, taita, que yo me haré hombre por esos mundos y volveré a ayudarle
pa´ que se remedie nuestra familia…
El hombre
anduvo cavilando unos diyas sobre la custión. Y no dejó de ver que el shulco
era demasiado tiernito pa´ tamaño riesjo. Tampoco podía determinarse a que
juera a rodar tierra el mayor de los varones, porque ese ya le ayudaba
bastantito a liriar con los animales. De modo y manera que, tras de cavilarlo
mucho con su mujer, resolvió darle la bendición al del medio, que tamién le
había pediu licencia, sabedor de que el shulco ya había hecho lo mesmo. Y ansí
jué cómo el del medio se ausentó una mañana del puesto, con las árganas
llenesitas de bastimento que le habían apreparau la madre y las hermanas.
Caminó un
diya, caminó dos y caminó tres…, hasta por ahi se topó con viejo muy viejo,
pero muy viejo y muy hilachiento y muy calchudo el pobre!..., que le pidió por
caridar que le ayudara con algo si es que algo llevaba… El del medio, que
nu´era del mal corazón, buscó una sombrita pa´ partir con el viejito lo poco
que le quedaba en las árganas del bastimento. Y cuando hubieron acabado de
comerse las pobrezas del del medio, antes de despedirse el viejito le dijo:
-Comu´es
sabido en estas tierras, amor con amor se paga y tonada con tonada… Vos mi´hais
dau de tu comidaa y yo te quiero corresponder la güena goluntá… Pedime la
gracia que vos querás, que yo desde ya te la doy por concedida…, puesto que
par´eso tengo poder y facultá de sobra…
El del medio
-que nu´era muy creyente ni tampoco muy encrédulo- pensó un ratito. Y comu´era
muy goloso, sobre todo pa´ comer qieso, agarra y le contesta al viejito:
-Güeno… y
supuesto que usté puede, yo quiero que cada vez que me meta la mano a los bolsicos me encuentre con un pedazo de
qieso y otro de otro…
-Concediu en
el apto! -le dijo el viejito (que nu´era otro que Dios Nuestro Señor) y dándolé
las güenas tardes al del medio, cad´uno siguió por su camino…
(Inteligente y hábil, el narrador calla
largamente. Soba una chal de maíz ‘pishingallo’ hasta dejarla suavecita y por
fin arma un cigarrillo de tabaco de picadura. Todos guardan silencio, que sólo
se atreve a interrumpir, a media voz y profundamente reflexiva, una de las
mujeres ‘más mayores’ del concurso:)
-Ansí que al
del medio le vino a salir al camino nada menos que Dios Nuestro Señor!... Y
después, qué pasó, don…?
-Y… nada,
pueh… Que el del medio -que nu´era muy aventajau del sentiu, sino masanteh
zonzito y abriboca- no se golvio a´cordar ni del viejito ni de la gracia que
lí´habiy´hecho, hasta que no le golvió a bajar el hambre por el camino…
-Ah ha!... Y
después? Siga contando…
-… Se mete
la mano al bolsico y si´halla una güena troncha´e qieso. Ya más apurau, se mete
la otra mano al otro bolsico´el saco y si´halla un lindo pedazo´e torta, cuasi
calentita entuaviya…
-Ah ah ah
ha! -comenta alguno con cierta risa nerviosa-. Y luego:
-De modo que
no le fracasó el hombre en lo que le
habiya prometiu…?
A lo que una
de las mujerucas, casi fastidiada:
-Y cómo le
podiya mentir, niño!… U no vihs que el hombre era Dios?
-La cosa es
que el del medio llegó a un pueblo desconociu… Y jué ahi ande dentró a cavilar,
a la moda de los que curan de palabra, que esa de sacar qieso y torta cada vez
que metiya la mano al bolsico teniya que ser una virtú que le habiya mandau
Dios pa´ sustentarlo a él solito…; y que sin le comunicaba a otro la virtú, él
la podiya perder, como les pasa a los curanderos…
-Y ansí no
mahs podería haber siu…, digo yo…
-Después, se
le vino a la cabeza la ideya de que si le llegaba a hacer parte del qieso y de
la torta que él sacaba cada vez que teniya hambre, bien pudiera ser que tamién
perdiera la virtú… Y jué ahi ande se le vinu´a ocurrir que lo mejor que podiya
hacer era golverse pa´ las casas… Y se golvió no mahs…; y cada vez que me
lu´apretaba el hambre por el camino, metiya la mano al bolsico y sacaba qué
comer…
-Qué lindo
pa´ un pobre, no…?
-Pero cuando
ya veniya llegando de güelta pal puesto´e su taiita, otra ideaya se le vino a
la cabeza…; y era que tampoco les debía decir nada de su virtú, por el miedo a
perderla, a ninguno de los de su familia. Llegó, puehs. Y cuando los padres le
preguntaron por cómo le habiya eido por esos mundos, el del medio, haciéndose
el zonzo, les contestó que más bien mal que bien… Y era l´angurria del qieso y
de la torta no mahs la que lu´aconsejaba mal! Porque jué inútil que los viese a
los hermanos muchas veces con hambre: al del medio no se li´ablandaba el
corazón…
-Y no les
daba ni un pedacito´e torta siquiera?
-No les daba
nada, no les digo…? Y jué engordando y engordando más que un chancho, hasta que
un güen diya vino a quisquirse del estantito y se murió atorozonau al tiro…,
que nu´hubo médica ni douptor que lo desempacharan.
-Bien
mereciu, por angurriento y mal hermano!... -comenta alguna chinitilla,
mudándole la cebadura al mate.
(Como si el
relato hubiese terminado, calla nuevamente el narrador. Pero él sabe que reina
una expectativa vibrante en el silencio y la penumbra. Alguien, sin embargo, se
mueve perezosamente para atizar el fogón, momento que aprovecha el narrador
para proponer:)
-Sigo
contando… u tienen ganas d´irse a dormir?
-Siga
contando, ño Bailón, que la noche es larga…
-Cuando en
El Puesto ya se iban olvidando del del medio -que ya era finau- el shulco
ensistió ante su taita pa´ que le diera permisio pa´ dirse a rodar tierra. Y
como la familia seguía pereciendo en la pobreza, el hombre le dio no mahs su
bendición, pensando que tal vez el shulco sería mahs afortunau…
Lo mesmo que
el del medio, se jué, puehs, el shulco con las árganas colmaditas de
bastimento. Y lo mesmo que la pasó al del medio, vino a toparse en el camino
con aquel viejito hilachudo y calchiciento, que nu´era era que el Padre Eterno.
Se sombrearon y comieron juntos a la orilla´el camino y tuvieron las mesmas
razones que el viejito habiya teniu con el del medio. De esas resultas…, cada
vez que el shulco se metiya la mano al bolsico… si´hallaba un diez.
-Oh oh
ho!...
-Anduvo un
tiempito por unos pueblos bolsiquiándose, sacando dieces todas las veces que él
quería y comiendo de cuanta embelequería se li´antojaba… Por ahi se cansó de
andar de vicio… y se determinó a volverse él tamién pa´ las casas. Cuando al
fin llegó, en El Puesto faltaba di´un todo, porque ese año jué de seca y las
cabras no daban leche ní pa´ tomar con el mote, cuanti menos pa´ hacer
quesillos… que saben ser tan sabrosos…
-Puehs!... Y
con arrope di´uva…?
-Como les
iba contando, en las casas faltaba di´un todo… Pero el shulco era mahs güeno
que el del medio y tamién mahs enteligente de la cabeza…; y no quiso empliar
pa´ él solo la virtú desacar un diez cada vez… Ansí que cuando su mama se
lamentaba de no tener yerba pal mate, el shulco mermuraba medio por lo bajo:
-Yo gua ver,
mama, si tengo pa´ darle… -Se metiya la mano al bolsico y sacaba los diez… Lo
mesmo cuando su taita no teniya pal tabaco u alguna de las hermanas echaba de
menos la pimienta u el orégano pa´ hacer algún machacau u algún caldillo
valdiviano siquiera…
-Ansí que
cada vez que les haciya falta algún menester di´alguna cosa, se bolsiquiaba y
ya sacaba los diez ahi no mahs?
-Cabalmente…
Y los padres y las hermanas se admiraban de la suerte del shulco…
-Y pór´que
no se metiya la mano, u las dos, bien seguidito a los bolsicos y los haciya
ricos a todos di´una güena vez, poh?
-Y… juería
por moderau, sindudamente…; porque tal vez advertiría que podería perder la
virtú si es que se demostraba avaricioso en demasiya…
-Y el más
mayor de los tres, tamién le pedía dieces al shulco?
-Fetivamente…,
tamién lograba, pero sin dejar de pensar que el shulco era un zonzo sin
advertencia ni conocimiento, que puesto que tenía esa suerte o virtú bien
podiya darse el gusto de vivir como un Rey si se le daba la gana… Tamién
pensaba el más mayor que el shulco había güelto de rodar tierra con esa virtú;
y que, puesto que él era más mayor, bien le podería tocar una virtú con más
poder que la del shulco, en el caso de qu´él se botara tamién a rodar tierra… Y
por eso se determinó no mahs y yendo con las árganas todo, todo! le vino a
pasar por el camino como les había pasau al del medio y al shulco…
-Y tamién a
él le salió Dios Nuestro Señor?
-Claro,
puehs!... Y cuando Dios -que se haciya
pasar por un viejito cualquiera pa´ no darse a conocer- le dijo que le pidiera
la gracia o mercé que quisiera, que él se la podería conceder, el más mayor
-qu´era avaricioso ya por demás- le pidió que de ahi pa´adelante queriya que
todo lo que él tocara se volviera, de enmediato, en oro…
-Eh,
bárbaro!... Y Dios le concedió ese don tan grande?
-Nuestro
Señor Dios concede todo lo que promete y su palabra no puede faltar… Pero veian
Uds. lo que le vino a pasar al mahs mayor: después que se deshapartó del
viejito alzó una piedra del camino y de inmediato vido que la piedra se habiya
convertihue en oro… Golvió a´lzar otra y ésa tamién se le golvió di´oro… Casi
loco di´alegriya, gritaba solo en el campo que él iba a ser el hombre mahs rico
de todito el mundo entero. Pero cuando mahs tarde, ya con el sol bajo, sintió
hambre, metió las manos a las árganas pa´ sacar un pedacito di´arrillau de
chancho que le quedaba, vido que las árganas se le volvían di´oro lo mesmo que
el arrollau que pensaba comerse…
-Fiero el
caso pal hombre…
-Y más fiero
entuaviya se l´hizo después… Pero, aguardate un trechito. Al principio no se
deshesperó mucho, que supuesto que él podía tener todita la fortuna que
quisiera, bien podiya hallar quien le diera de comer en la boca. Y ansí como lo
pensó lu´hizo. Al primero que topó por el camino le dijo:
-Si yo le
diera a úste estas árganas di´oro, úste me daría algo de lo que lleva pa´
comer?
-Aunque no
me diera ranto, señor -respondió el otro, qu´era un pobre-, yo le haré parte de
mi bastimento, porque gracias a Dios mahsantehs me suebra que me falta…
-Sí, pero
tiene que ser con la condición de que a la comida me la tiene que dar úste
mesmo en la boca, porque yo no puedo valerme…
-Eso no
li´hace… Qué quiere comer? Aquí llevo una gallina fiambre. Primero apruebe
di´aquí del lau de la paleta…
Pero apenas
el hombre le arrimó la presa al mahs mayor -que estaba con la boca abierta,
aprepau pa´ morder con ganas-, en cuantito la presa li´alcanzó a tocar los
labios, se volvió di´oro y mahs dura qui´un pedernal…
-Bah!... Y
entoh…?
-El mahs
mayor no pudo sujetar un grito y salió disparando como loco por el campo… Ya
sabiya él que todito lo que su persona tocara se l´eiba a golver di´oro y que
no teniua mahs remedio que morirse di´hambre… Y ansí dicen que jué.
-Lo condenó
la ambicia y Dios Nuestro Señor lo castigó.
(Esto dijo las más vieja del ruedo. Luego bostezó
despreocupada y largamente, como invitándolos a todos a irse a dormir).
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