Por Carlos Semorile
Casi podría decirse que en pocas
horas comenzará a sesionar en San Juan el Tercer Congreso Argentino de Cultura.
Entre el miércoles 15 y el domingo 19, más de 5.000 participantes arribarán a
una ciudad que viene de ser anfitriona del II Congreso Internacional
Extraordinario de Filosofía en 2007 y, recientemente, del Primer Congreso
Internacional Extraordinario de Ciencia Política. Sin embargo, puede
vaticinarse que la convocatoria a un amplio abanico de actividades paralelas al
debate académico, provocará una magnífica respuesta popular que se instale como
otro de los hitos de este Bicentenario.
Mientras las conferencias, y las
discusiones en mesas y foros procuren avanzar lo más posible hacia
Valoramos mucho este gesto que
nace de un genuino amor por el poeta que retrató a su comarca, y por el hombre
que consiguió que la metrópoli escuchara -y difundiera- la otra música
argentina que no era el tango. Pero si escribimos estas líneas es porque
pretendemos incidir para que no se lo enclaustre a Buenaventura en los
habituales registros del nostalgioso que solamente evocaba su vallecito “perdido entre la piedra y la arena”.
Eusebio Dojorti, si hemos de ser justos a su memoria, sabía de pasados
irremediablemente perdidos o por perderse pero, desde muy joven y hasta el
último de sus días, miraba hacia el futuro. Es por ello que habló del Corredor
Bioceánico (tema de una de las primeras disertaciones del día miércoles), y es
por lo mismo que en 1952 viajó a Chile por el todavía pendiente Paso de Agua
Negra.
Sus escritos de aquel viaje
hablan el mismo lenguaje que se escuchará en este Tercer Congreso Argentino de
Cultura: la identidad regional en el marco de la integración latinoamericana. En
su libreta de anotaciones, como lo señalamos oportunamente, conviven sus
puntillosas observaciones del potencial comercial, técnico, industrial, laboral
y hasta turístico de este camino, con el registro de las voces comunes a ambos
lados de
En este sentido, su militancia
por
Podríamos continuar dando ejemplos de un pensamiento que no está -acaso porque no lo estuvo nunca- en el pasado, y que todavía tiene aportes que realizar, a condición que abandonemos la comodidad del ícono ya conocido. Y que seamos capaces de leer con desprejuicio a este sanjuanino periférico que trabajó sobre el dilema “civilización ó barbarie” y lo reformuló en sus propios términos: “Una civilización puede derrumbarse, y se derrumba. Pero la cultura no; a la larga el hombre siente necesidad de buscarse en lo nacional, en sus cantares y en sus coplas”. Un lema, creemos, bajo el que se pueden discutir unas cuantas cosas de nuestro pasado, nuestro presente y nuestro porvenir.
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