Cuando el
próximo 25 de junio Huaco celebre un nuevo aniversario, ya estará definido el
nombre con el que se bautice el hospital del pueblo. Uno de los nombres en
danza es el de Ricardo Dojorti, y este escrito nace -a instancias del amigo
José Casas- para fundamentar las razones de la pertinencia de esa, llamémosla
así, “candidatura”.
Huaco es una muy bella hondonada donde la memoria se
empecina como huella identitaria y amorosa. Por eso recordamos la obra de uno
de los hijos dilectos de este pueblo, don Ricardo Arístides Dojorti. El padre
de Eusebio Dojorti (el futuro Buenaventura Luna), fue el primer intendente de
Jáchal, y desde ese lugar -entendiéndolo cabalmente como un servicio- fue el
tenaz artífice de un destino de progreso que no pudo ser por los motivos que
aquí explicaremos. Pero además de hablar de su lucha, dejaremos constancia de
otras virtudes suyas que hacen que su nombre merezca permanecer entre nosotros.
El historiador y periodista Juan Rómulo Fernández,
quien lo trató aquí, nos cuenta de su temprano paso por Buenos Aires, ciudad en
la que se luce y la cual le deja un modo porteño de pronunciar la ‘ll’ y la ‘y’.
“Pero él dejó los oropeles de la
resonante urbe y tornó al silencio de Huaco”.
“Sabía
Ricardo, al salvar el recodo de sus treinta abriles, de Rousseau, de
Tocqueville, de Alberdi -creo yo- lo que no todos saben en una facultad
universitaria (…) Difícil entender por qué este hombre no está en el parlamento
o en un ministerio; y es sin duda -pensaba luego-, que en los parlamentos y en
los ministerios están los oropeles, mientras que aquí, en el campo, no están
todos los que son” (1).
La explicación que Fernández no encuentra, es
sencilla: en la metrópoli semicolonial, vanamente identificada con el
refinamiento europeo, no había espacio para una inteligencia argentina aplicada
a los problemas argentinos. Es muy sugestivo que en la figura de Ricardo Dojorti
pueda leerse tanto la debacle de la economía de Jáchal como la pelea que los
jachalleros dieron para que el trazado de la vía férrea los incorporase al
flujo comercial que históricamente habían mantenido con otras regiones. Casado
con Urbelina Roco, el matrimonio recibe en herencia las tierras que
pertenecieron al matrimonio Dojorti-Suárez, y también el histórico Molino de
Piedra que doña Josefa Delfina Suárez Tello, La
Patroncita, hiciera reparar y pusiera a producir. De modo
que Ricardo está históricamente vinculado a una industria molinera que conoció
un período próspero dentro de la economía jachallera, y durante la cual Huaco
llegó a ser considerado “el granero de Jáchal”. Época, entonces, en la que don
Ricardo está al frente de esta unidad productiva en la que se complementan sus
tierras y el molino. Pero Huaco y Jáchal, bien lo sabemos, llegarían a padecer
un destino adverso:
“El fin de
la economía de tráfico de ganado en pie, se debió al decaimiento de la
actividad minera en el Norte Chico chileno, al desarrollo de la Pampa Húmeda como región
fundamental del país a través del auge de la ganadería y de la industria
harinera; todo ello selló la suerte de las economías del interior del país, en
particular, la economía jachallera y así comenzó su decadencia hacia principios
del siglo XX. Huaco, junto con Jáchal, comenzó a languidecer” (2).
Lo que “deprime” a estas economías es la asfixia a la
que las somete un modelo exclusivamente orientado “hacia fuera”. Pero las llaves
que regulan aquellas posibilidades de desarrollo y bienestar están en manos del
ferrocarril. Don Ricardo va a apostar a ese “germen
de una genuina fraternidad argentina construida a base de apoyo y comprensión
mutuas” -como lo definía Raúl Scalabrini Ortiz-, pero los ferrocarriles
ingleses y los “hombres argentinos que
dirigían los destinos del pueblo argentino” se van a encargar de
desengañarlo.
Por Carlos Semorile.
Notas:
1. El relato de Juan Rómulo Fernández fue publicado en su
libro Serranías, de 1930, y de allí
lo toman José Casas y Dante Tejada para Huaco,
hondonada de piedra (Escuela Agrotécnica Huaco, San Juan, 2002). .
2. José Casas y Dante Tejada, Huaco, hondonada de piedra, ob. cit.
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