El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

martes, 9 de julio de 2024

“Los civilizadores sin pueblo”


 

   Vayan, en este 9 de Julio, estas reflexiones que Buenaventura Luna mecanografió –en uno de sus famosos “papeles sueltos”- como introducción para el vals “Los Últimos Gauchos”:

 

   “Tuve en mi pago, en un tiempo,

hijos, hacienda y mujer.

pero empecé a padecer…”

   Es el gaucho. Hijo de aquel que anduvo contrapuntiando malambos de muerte tras el poncho de Balcarce, tendido como una bandera de redención a todo viento.

   Un día se cinchó el culero y se ciñó la vincha -esa misma vincha de la doma y la cuadrera allá en las pampas- porque sabía que el galope iba ser largo…, hasta la mesma boca de los cañones españoles. Y se terció a la espalda la guitarra, porque a eso iba: a cantar los cielos de la revolución, las cifras de las marchas esforzadas, las bagualas de la victoria en los campamentos de Belgrano, en los fogones gloriosos de Martín Güemes, gaucho siempre y General a ratos…

   Y otro día…, en la Posta de Humahuaca sofrenó el caballo sobre la rota artillería de La Serna, sobre astillas de fusiles y cañones…, y tantió la rienda, pa´ volverse a la querencia, al rancho perdido cuatrocientas leguas adentro de su pampa grande…

   Volvía con la vincha tinta en sangre y el cuero en gracia de las cicatrices, pero traía soles de gloria en el culero!... Y la guitarra llena de sonoros himnos victoriosos… Y el drama es ese: porque después, los civilizadores sin pueblo, los dirigentes sin masa argentina lo condenaron porque no podían soportar en él –tan sencillo y tan creyente y tan patriota- la presencia abrumadora de su grandeza y de su gloria. Los avergonzaba…

   Un comisario le arrancó la vincha, le quitó el cuchillo, le robó el culero de los soles inmortales de Tucumán y Salta… Y el drama es ése:

   “Al ranchito lo quinché

cuando golví de la guerra…”

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