El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

martes, 12 de abril de 2022

Una apretada síntesis



Por Carlos Semorile

   Desde el Centro Cultural Jáchal- La Montaña se vienen promoviendo varias iniciativas respecto de la preservación del legado de Buenaventura Luna, en especial la relativa al futuro Museo que albergue sus escritos, y asimismo ha surgido la necesidad de restaurar la tumba de Eusebio Dojorti. En línea con estas propuestas, la Dirección de Patrimonio Cultural de San Juan sugirió utilizar allí la técnica “QR”, o código de respuesta rápida, para quienes visiten el cementerio de Huaco. Como nieto y recopilador de la obra de Dojorti/Luna elaboré este texto que, lo diremos en criollo, no quiere ser una respuesta al voleo, sino apenas una apretada síntesis.

 

 

Eusebio de Jesús Dojorti – Buenaventura Luna

Huaco, 19 de enero de 1906 – Buenos Aires, 29 de julio de 1955

 

Eusebio Dojorti nació en el seno de una familia acomodada, dueña del Viejo Molino y de vastas extensiones de tierras, un porvenir con el que acaso soñó John Dougherty, el prisionero irlandés de las Invasiones Inglesas de 1806 que decidió forjarse un destino suramericano. En un boceto de su poema “Mis agüelos”, escribió su tataranieto:

 

“Mentaba el un mi agüelo feroces alegrías

de audacias marineras -el ala al estribor-

(… ) Yo vine a ser arriero, viniendo de los mares

tirado en una vela de aquellas irlandesas”.   

 

Se crió en el campo donde conoció de primera mano los padecimientos de los desheredados, y escuchó y atesoró los modos del habla popular, y entendió que la vida del pobrerío no aparece en la historia oficial sino que está inscripta “en las cruces de los llanos”. Siendo muy joven recorrió de punta a punta el país argentino, y asumió su índole trashumante: “Tal vez porque nacieron, como yo, campesinos, mis hermanos se aferran a sus predios trigueros (…) Yo emigré de la tierra y elegí los caminos”.

 

Antes de que su nombre trascendiera desde el periodismo y la política, trabajó en lo que pudo: Pueblo soy, primero, por infinito, insobornable amor al semejante; y, después, porque he sufrido la experiencia de casi todos los oficios”. Se sumó a las luchas por cambiar los ejes del debate político y cultural de su provincia y luego de la nación porque entendía que “el pueblo criollo de la república (…) viene siendo víctima” de un sistema jurídico “que legisló rara vez sin proponérselo, para aniquilarlo. Para aniquilarlo, sí. Porque de 1853 arranca (…) la invasión económica extranjera del país”.

 

Aunque se alejó de la política partidaria, siempre ejerció la militancia cultural: Lo que vas a escuchar ahora es el resultado de mi frotamiento personal con los arrieros, labriegos y pastores de mi tierra, analfabetos, sí, a los cuales siempre tuve por cultos en despecho de modales que a los cultistas podían parecerles rústicos o bárbaros”. Comprendió que la cultura representaba un reclamo de futuro, y por ello llegó a reformular el conocido dilema entre civilización y barbarie: “Una forma de civilización puede derrumbarse y se derrumba; pero la cultura no. A la larga el hombre siente la necesidad de buscarse en lo nacional, en sus cantares y en sus coplas”.

 

Cimentó su pensamiento sobre una matriz cultural mestiza, alejada tanto de un indigenismo purista como de un españolismo de cuño conservador. Buenaventura Luna cultivó el “lenguaje sencillo y emocional” de las canciones, y logró que las audiencias gozaran de “la palabra embellecida por la inflexión humana del sentimiento en el misterio del aire” porque siempre creyó que “el de la palabra es el arte supremo”:

 

“Yo tengo de la palabra

sentido claro y diverso.

A veces se me hace canto

porque la entiendo a la vida

como una canción perdida

en medio del Universo”.              

 

Quiero volver - Claudio Agrelo