El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

martes, 10 de mayo de 2022

Dos intervenciones jachalleras de José Casas



Por Carlos Semorile
   
    Hace muchísimos años, en lo que visto desde hoy parece otra vida (y lo era), daba gusto ir a la Feria del Libro que se desarrollaba en el predio de la entonces municipalidad porteña en la Av. Figueroa Alcorta. Luego, “bisnes” mediante, la Feria comenzó a desarrollarse en las casi 5 hectáreas que la Sociedad Rural Argentina ocupa ilegalmente y mantiene bajo cautiverio mediático/judicial, y todo lo que se ganó en gigantismo se perdió en la escala humana del vínculo lector/libros.

 

El tan mentado regreso a la presencialidad tras el período pandémico (aunque los casos en la Capital se duplican de una semana a la siguiente), se realiza bajo el atronador estruendo que sale de cada stand en una competencia sonora en la que nadie gana y todos pierden. En ese contexto, el amigo y compañero José Casas presentó el domingo su último libro de poemas –“Lunas y territorios”-, y lo hizo repechando a lo jachallero: dejando el alma y la voz en la lectura de dos de sus poesías.  

 

Ayer lunes, en el cierre del Día de San Juan, el marco era el solemne salón José Hernández, ubicado en el recoleto pabellón rojo donde se parapetan las corporaciones comunicacionales que hacen y deshacen. Primero se presentó el “Diccionario de la Lengua de la Región de Cuyo y La Rioja” del que no pudimos enterarnos gran cosa debido a que el primer disertante, un encumbrado miembro de la Academia Argentina de Letras, se dedicó a catequizarnos como si fuésemos alumnitos.

 

Después fue el turno del libro póstumo de Reina Domínguez, “Romanza de lo vivido”, y aquí José supo saltarse todos los preámbulos y los agradecimientos caretas, para revindicar el gesto que su amiga tuvo para con él cuando fue primero secuestrado y luego preso por la Dictadura genocida, y Reina le escribió el poema “Incomunicado”, cuya única copia Casas conservó como testimonio de la dignidad de la poesía y de la vida frente a los canallas productores de la muerte y el olvido.

 

Inclusive supo doblegar su pudor y contó cómo sus torturadores se burlaban de un poema suyo que le habían rapiñado y que profetizaba que “el cielo se atronó de pájaros negros”. Los verdugos que se reían porque “esto no es poesía” son los que hoy cumplen condenas por delitos de lesa humanidad. Y el supliciado, el entonces militante comunista José Casas, fue quien anoche habló desde la fraternidad para contar la deuda de compañerismo que tiene con Reina Domínguez.

 

Finalizado el acto comenzó el “selfismo”, ese mal de los tiempos que corren y al que son tan afectos los funcionarios de un país que tiene a la mitad de su gente viviendo de las sobras: ¿de verdad creen que a alguien le importa que ellos se promocionen al lado de quienes sí se animan a seguir pensando en términos de patria y humanidad?

 

Y como ambas palabras son inescindibles, nos parece que es preciso terminar esta crónica con el poema que abre “Lunas y territorios” y que, estamos seguros, va a perdurar entre lo mejor de la poesía jachallera:

 

LOS JACHALLEROS

 

Aquí nosotros. Así nosotros. Entre estas cosas que vivimos

y que nos tienen ocupados y preocupados en el mundo.

Porque se trata de los oficios y los menesteres del pueblo.

De las ocupaciones y preocupaciones de cada día.

Porque en el suceder de las cosas y los hechos de la vida,

están nuestros rencores y nuestras ternuras,

nuestros sufrimientos y alegrías de hombres y de mujeres

en la urdimbre misma de los rituales,

las creencias, la ciencia que la gente desarrolla.

Nuestro destino pareciera ser la pobreza y las despedidas.

Toda la suerte se aleja de nosotros, pero regresa.

No existimos en ninguna lluvia y sin embargo la amamos.

Porque es cierto. Cuando hablamos de nosotros

se trata en realidad del fuego y de su muerte.

Se trata del viento y de sus ventisqueros.

Se trata de las casas y los ranchos, del agua, de la cebolla,

de los derrames en el río, de los cantos, la poesía, las fiestas que celebramos.

Se trata entonces de la vida de cada uno, de la vida compartida

entre cielo y tierra, entre todos nosotros.

Nosotros apenas estos pequeños, inmensos seres humanos.

Se trata de todos, del amor y de los enamorados,

del dolor y de los dolientes, de Jáchal y los jachalleroos,

se trata de nuestros santos y nuestros diablos,

de esta tierra, de nuestra historia y nuestros pesares.

Se trata de las señales que da la tierra.

De todas las conversaciones, de todas las sangres.

Del mundo que caminamos. Yo entre todos los nosotros.

Hemos nacido entre las montañas, entre el viento y la lluvia.

Somos de aquí. No podemos ser de todas partes.

Porque de tanto andar no vamos a ninguna parte-

Porque ser de todas partes es ser de ninguna.

Mientras llueve, llueve sin cesar sobre mi territorio.

 

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