El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

martes, 29 de julio de 2025

70 aniversario del fallecimiento de Eusebio Dojorti/Buenaventura Luna


 



Respuesta al cuestionario de la Revista Gaia, de San Juan

Carlos Semorile, 17 de Julio de 2018

  - ¿Cuál era el conflicto interno que tenía a la idea del progreso y la modernidad?

Por razones cronológicas, comienzo respondiendo esta pregunta, cuya respuesta contextualiza, además, el temprano devenir de su interés social. Tal como se narra en un “Un hombre andariego”, Eusebio se lanza a recorrer buena parte del país cuando apenas contaba con 15 o 16 años. Allí registra que, a su regreso a Huaco, les cuenta a los “Tata Viejos” el nivel de progreso que ha palpado en otras regiones de la Argentina y, de alguna manera, ya oficia de “traductor” entre los pobladores de una zona artificialmente deprimida y una modernidad deseable en términos de justicia social. 

Podríamos ir todavía más lejos y hablar de la lucha que llevó adelante su padre, Ricardo Dojorti, cuando siendo Intendente de Jáchal batalló infructuosamente para que se concretase el proyectado tramo de la línea férrea que iría de San Juan a Salta y que, pasando por la Villa, le permitiría exportar sus productos.

Como sea, en Eusebio Dojorti no hay conflicto entre tradición y modernización, o entre cultura e industria. Por el contrario: hay un uso deliberado y muy consciente de los medios más modernos de la época (la radio, desde luego, pero también las grabaciones discográficas e inclusive el cine para ponerlos al servicio de aquello que va siendo “olvidado” por quienes detentan los resortes del aparato cultural.

 

- Cómo se formaba intelectualmente para construir un pensamiento filosófico y político propio?

Según cuenta su amigo y compañero Juan José Montilla, Eusebio tuvo un período de varios meses de encierro voluntario durante el cual, además de leer literatura francesa, rusa, española e inglesa, se puso al día con las más novedosas teorías sociológicas y políticas. Montilla cree que su intención era sumarse a las tertulias intelectuales que se daban en la casa de Andrés Salerna, un ex estudiante de abogacía.

En realidad, esto se daba en el contexto del surgimiento del Bloquismo, y por ese motivo Dojorti redobla sus hábitos de lectura porque aspiraba a sumarse a los debates intelectuales del aquel período de fortísimas confrontaciones, y así participar en la vida intelectual y política.

 

- ¿Qué significó en el contexto histórico, su desempeño como militante y como periodista?

Significó asumir que la batalla política es, antes que nada, un debate en torno al significado y al uso de las palabras, ya sean las que se escriben para la gráfica, como las que se dicen como orador desde una tribuna.

Los gobiernos bloquistas fueron muy duramente esmerilados desde la prensa escrita, tanto provincial, regional (diarios mendocinos), y nacional, en un movimiento “de pinzas” que no dejaba flanco sin atacar. Y como toda violencia simbólica preanuncia una violencia más contundente, tras el golpe conservador a Cantoni los archivos del diario bloquista La Reforma fueron incendiados en dos ocasiones, en 1934 y 1936. 

Allí justamente –y también en Debates, otro órgano cantonista- se inició Dojorti como periodista, siendo ya militante bloquista; es decir: como alguien que sostenía una opinión y no la ocultaba detrás de la habitual mascarada de la “neutralidad” y la “imparcialidad”.

 

- ¿Con qué causas sociales se involucraba y comprometía?

Con la causa de los humildes, de los desposeídos, de los pobres. Pero él lo dice mucho mejor en una hoja manuscrita donde ensayaba la introducción de un trabajo que pretendía editar: …tengo que confesarte que el librito que vas a leer ahora es un resultado de mi frotamiento personal con los arrieros, labriegos y pastores de mi tierra, analfabetos, sí, a los cuales siempre tuve por cultos en despecho de modales que a los cultistas podían parecerles rústicos o bárbaros”. 

Como se observa, aquí hay no sólo un conocimiento de primera mano de “los de abajo”, sino además una valorización de su cultura y de su modo de estar en el mundo.

 

- ¿Era no solo hombre de ideas, también de llevarlas a la práctica?

Entre muchos otros, podrían mencionarse tres episodios. Durante la campaña que Cantoni desarrolló en 1928, en Buenos Aires, en apoyo a la fórmula anti-yrigoyenista Melo-Gallo, Dojorti salió en su defensa cuando atentaron contra el líder bloquista en la esquina de Sarmiento y Florida. Tiempo después, mientras lideraba a la juventud bloquista y conducía la elección de 1930 en Jáchal, fue atacado por una patota conservadora, saliendo bastante maltrecho del encontronazo. Finalmente, cuando estuvo secuestrado en la cárcel de Tamberías en 1932, su actuación fue fundamental tanto para mantener el espíritu de sus compañeros de cautiverio, como para lograr la solidaridad de algunos “milicos”, y preparar y realizar la fuga que los llevaría a Mendoza.

Pero, al margen de estos actos de coraje, su vida cotidiana estuvo llena de acciones generosas, y de gestos de desprendimiento que no siempre fueron reconocidos, y pocas veces retribuidos. Cantores y músicos que “pararon” en su casa y que recibieron ayudas que excedían en mucho el mero trato “profesional”. ¿Cuántas canciones suyas llevan la firma de algunos de estos ocasionales integrantes de sus conjuntos? ¿Cuántos otros se beneficiaron por un verso o una melodía que el poeta les brindó como muestra de amistad?

 

- Su relación y amistad con Cantoni, ¿fluctuó siempre entre el amor y el odio?

No lo pondría en estos términos, básicamente porque el propio Dojorti no se lo planteó de este modo. En 1948, él tenía una audición en Radio Colón (“Ente mate y mate, y otras yerbitas…”), y desde ese espacio hizo campaña a favor de Ruperto Godoy, el primer gobernador peronista de la provincia. Esto molestó a algunos y, ante el reclamo, tuvo que salir a explicar que:

“Este Buenaventura Luna que Uds. escuchan a veces hablando por radio, no se llama Buenaventura Luna. Se llama Eusebio Dojorti. Y el tal Eusebio Dojorti, (…) siendo mocito, siguió las banderas de aquel partido político de vigorosa tradición popular, porque le pareció que esa era la bandera de la ‘chusma de alpargata’, la bandera del pobre. Cuando creí (…) equivocadamente o no, que aquellas dejaban de ser las banderas de mis pobres, de mis hermanos, de los arrieros y troperos casi desnudos de mi tierra, cuando creí que se quedaba a mitad de camino la tarea de hacerle justicia al pobre, entonces me separé (…) sin odios para nadie, de aquel viejo partido y me transformé en el Buenaventura Luna de la Radio”.

Es decir, se une al movimiento de Federico Cantoni por un poderoso motivo político, y cuando el Bloquismo produce su acercamiento al sector que finalmente va a promover el golpe a Yrigoyen, Dojorti comienza a plantear sus disidencias y a pedir la reorganización del partido. Pero él y su grupo fueron expulsados, luego intentaron editar La Montaña, y el resto es historia conocida.

Puedo, y en realidad debo agregar, que en los años que llevo trabajando con los papeles de Dojorti, he confirmado varias veces y finalmente he aprendido que nunca dice una cosa que no sea cierta. Por eso cuando afirma aquello de “sin odios para nadie”, así nomás debió haber sido –al menos de su parte-.

     

- ¿Hubo tiempo suficiente para sanar sus peleas con el paso del tiempo?

Una de las hijas de Olga Maestre y Eusebio Dojorti, Beatriz Maestre, le relataba a la periodista Betty Puga un encuentro ciertamente reconciliatorio entre Dojorti y Cantoni ocurrido en Buenos Aires:

“En los famosos cafés de la Avenida de Mayo, un día estando sentado el Papi se encuentra con Cantoni. El Papi se sacó el sombrero y Cantoni se acercó y le dio un apretón de manos. Después de tantos años de enemistad y de haberlo mandado preso. Eso me lo contó mi madre, No sé dar un dato preciso, pero fue en los últimos años. Habrá sido por el  53 o 54”.

Para que este saludo casi fraterno fuese posible, no sólo había pasado el tiempo sino que, además, había surgido el Peronismo, partido al que Dojorti se afilia tempranamente (1947), y al que Cantoni, luego de unos primeros escarceos con Perón, finalmente acepta como representante de los mismos postulados de redención social del Bloquismo, aconsejando disolver su propio partido y demostrando, de ese modo, que había aprendido las lecciones de su enfrentamiento con Yrigoyen.

     

- Al realizar el Fogón de los Arrieros, ¿representó su vía de escape a través del arte y la radio para librar las batallas culturales que consideraba importantes?

Si amistosamente omitimos “vía de escape”, acordamos en todo lo demás. Sin dudas, “El Fogón de los Arrieros” supuso una osada apuesta cultural cuya masividad sólo se explica porque funcionaba como una suerte de espejo donde los otros migrantes internos (Dojorti también lo era) recobraban el reflejo de su dignidad perdida. Alguna vez, comentando el fenómeno de las peñas folklóricas de Buenos Aires, Luna señaló algo crucial:

“Una forma de civilización puede derrumbarse y se derrumba; pero la cultura no. A la larga el hombre siente la necesidad de buscarse en lo nacional, en sus cantares y en sus coplas”.          

 

- Siendo que tuvo poca formación en técnica musical e instrumentación, ¿cómo logró transmitir y enseñar tanto a artistas y cantores sobre la interpretación folclórica?

En este punto, el relato de las testigos (Hebe Almeida, su compañera Olga Maestre, sus hijas e hijos) es coincidente: él les silbaba la música que tenía “en la cabeza” (¿por qué no en el alma?) a los distintos músicos o instrumentistas que sí sabían de partituras, y ellos trataban de que el sonido se fuera acercando a lo que Eusebio les proponía. No pocas veces los corregía y, como recordaba Hebe, les decía: “Abrí los óidos”.

También solía recordar Olga Maestre –y sus hijas e hijos- que podía ser muy enfático a la hora de, por ejemplo, enseñarle a cantar a Tormo: “¡Saque la voz, póngala bien, carajo! Cante, no grite”. Y Héctor Pueyo, hijo de uno de los integrantes de Los Manseros del Tulum, recuerda que Luna se tomó más de un año y medio hasta dar con la nómina precisa de los músicos y cantores que irían a formar aquel conjunto.

 

- Cuando habla del "canto bárbaro" o del Canto Perdido, ¿qué significaba para esa época y si rige vigente en la actualidad en otros ámbitos?

Pese a no tener formación musical, Buenaventura estaba tratando de rescatar y recrear un sonido que, en ese mismo momento, se estaba perdiendo. Una forma de cantar no domesticada, rústica, rural y no citadina:

Ronca la voz del cantor, malamente enclavijada la guitarra, si Ud. quiere, la vihuela barata; poco importa el despropósito, alguna traición de la rima o la menos probable cojera rítmica. Que era seguro del oído el antiguo guitarrero gaucho. Lo esencial es su intención poética, su necesidad íntima de cantar al viento las reacciones de su espíritu frente al paisaje y a la vida”.

Con este tema de su música ocurre algo similar a lo de su tan manoseada “nostalgia”: en Luna, la nostalgia es algo muy elaborado, como si se tratase de una reflexión que –por la vía de la poesía- le permitiese hacer un balance de las pérdidas que provoca el avasallamiento de la cultura de masas y la vulgarización del gusto popular. Y, en este sentido, su intención de rescatar y recrear un sonido genuino, continúa vigente.

 

- ¿Por qué con frecuencia se asocia a Buenaventura a la figura de un cantor o recitador con guitarra, cuando en realidad fue mucho más que eso?  ¿Es una forma de construir un mito sobre su imagen y ocultar su esencia? ¿De hacer invisible algo fundamental de él?

A veces, por ignorancia; en otros casos, por “mistificación” (proceso que está lejos de la creatividad y la potencia que un mito contiene en esencia); pero también, porque la figura del “cantor” está ligada emocionalmente a las vivencias más profundas del sentir popular. De todos modos, bajo este ícono queda siempre una zona de sombras donde se pierde de vista que Dojorti/Luna fue, en lo profundo, un gran pensador.

Liliana Herrero suele decir que los grandes nombres de nuestro folklore no están en el pasado, sino que nos están aguardando en el futuro, y es una definición que me parece muy acertada toda vez que la función del “vate” es vaticinar, profetizar lo que está adviniendo. Y quien rasga el velo del “guitarrero”, se encuentra con grandes tesoros escondidos.         

 

 - ¿Pasa lo mismo hoy con nuestra cultura?

 Si entiendo bien la pregunta (es decir, si nuestra cultura actual construye íconos que vuelven invisibles los legados más preciosos de nuestros posibles referentes identitarios), sí pasa, y pasa continuamente.

     

- ¿Queda bien en determinadas situaciones hablar de Don Buena, pero conocerlo en profundidad a su pensamiento, cuantas personas lo hacen?

Queda bárbaro, lo mismo que hablar de Don Ata, El Cuchi, El Barba Castilla, y varios nombres más sin tomarse el trabajo de investigar un poco, de ir más allá de prestigio que brinda, momentáneamente, apelar a un nombre “lustroso”. El Tata Cedrón siempre pide a su público que busque, que indague, que no espere que todo le llegue sin poner nada de su parte. Es un apelación a crear otro tipo de oyente, menos pasivo, más comprometido espiritualmente.

- ¿La sociedad sanjuanina y las instituciones oficiales de la cultura en el país, está en deuda con él?

Lo de la sociedad sanjuanina deben saberlo ustedes mucho mejor que yo. Lo que, a la distancia, sí me atrevo a decir es que, en términos musicales, todos estamos asistiendo a un atropello –no hay una palabra que lo grafique mejor- tan descomunal que tal vez no tenga precedentes en la historia. Pero si uno no canta lo de uno, ¿quién va a hacerlo, no?

Los organismos oficiales de cultura nos deben a todos, y no sólo a tal o cual figura, la comprensión del dilema de la identidad. No hay identidad nacional sin Buenaventura Luna (y sin tantos otros), pero sobre todo no hay política cultural si no se comprende que la cultura es un reclamo de futuro, un reclamo de justicia para hoy mismo, y para el tiempo mediato y lejano del porvenir. 

 

- A través del estudio de sus textos y trabajos, pese a que no lo conoció completamente en persona, ¿cómo fue transformando su mirada hacia su abuelo, como hombre y como artista, en esta búsqueda?

El hecho de estudiarlo –luego de, siendo niño, haberlo recepcionado como “mito” a través de los relatos de mi abuela- ha producido, y sigue produciendo el efecto de que, cuanto más lo conozco, más sustento encuentro para sostener que aquella mujer admirable que fue Olga Maestre me regaló un legado tan bello y luminoso como su mismo amor. 

 

- ¿Con qué hecho se siente más identificado en la vida de Buenaventura y que es lo que más valor le da en toda la obra escrita por él?

En el plano personal, me identifico con su apasionada laboriosidad. En el plano de su propio origen, en la serena y amorosa contemplación de Huaco. En el plano político, con su comprensión de la cuestión nacional y social, y con su adhesión a los grandes movimientos nacionales y populares argentinos del siglo XX. En el plano de sus análisis históricos de largo alcance, con su reformulación del dilema sarmientino y su planteo –ya mencionado- de que “Una forma de civilización puede derrumbarse y se derrumba; pero la cultura no”. En el plano de su reflexión cultural más honda, con la postulación de una matriz cultural mestiza, cuna del criollo (arquetipo, en definitiva, del argentino).

Y en el plano más general de la totalidad de su producción, en el entendimiento –que es el que más rescato y valoro- de que “…el de la palabra es el arte supremo (…) ¿acaso la palabra no es dibujo, forma y color, y también música en el aire? (…) Si no fuera por la palabra (…) el hombre no hubiera experimentado jamás la necesidad de pensar. Ella no sólo lo ha liberado sino que lo ha elevado por sobre el instinto, aproximándolo a la noción milagrosa o, más todavía, a la sublime idea salvadora de la existencia de Dios”.

O como escribió el mismo Eusebio en uno de sus famosos papeles “sueltos”:

 

“Yo tengo de la palabra

sentido claro y diverso.

A veces se me hace canto

porque la entiendo a la vida

como una canción perdida

                           en medio del Universo”.



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