Al
dorso de una de sus “hojitas sueltas”, aún se lee –con dificultad, pero se lee-
esta deliciosa “copla y media” que Buenaventura Luna escribió acaso ensayando
lo que luego sería su conocido poema “Mis agüelos”:
Mi abuelo fue arriero de viejas troperías,
mi padre fue labriego con alma de pastor.
Los dos, de aquellos hombres que consumen sus días
entre yerba, tabaco, ginebra y buen humor.
Tenían la nostalgia de antiguas tolderías,
del viaje largo, del breve amor.
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