El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

martes, 29 de julio de 2014

Buscando vivir sin saña, por Buenaventura Luna




Hoy 29 de julio, en un nuevo aniversario del fallecimiento de Eusebio Dojorti, compartimos estos sentidos versos suyos que encontramos en el libreto correspondiente al martes 4 de agosto de 1953 de su audición “Al paso que van los años”. (Y los acompañamos con una bellísima imagen lograda por el fotógrafo jachallero Roberto Ruiz).


Buscando vivir sin saña

Por Buenaventura Luna

 

Buscando vivir sin saña,

vine a hallar la soledad

en la nativa heredad

inmensa de la montaña.

Aquí, mejor me acompaña

con un canto de cencerros,

el ladrido de los perros

que me siguen, escoteros,

cuando voy por los senderos

de los altísimos cerros.

 

Aquí me saben mejor

y hasta me tornan más güeno

el patay y el pan moreno

en el rancho de un pastor.

Aquí no arraiga el dolor

ni duran las pesadumbres,

porque hicieron sus costumbres

estas gentes, de muy cuanta,

viéndolo a Dios en la santa

luz serena de las cumbres.

 

Aquí dice en jachallero

verdad clarita mi trova:

libre me hace la algarroba,

libre la miel del huanquero.

Apacible el tonalero

rezongo de una bordona,

dichoso la inocentona

chinita que me embeleca

cuando, alegre, baila cueca

con aires de redomona.

 

La añapa recién colada,

la sandia recién partida.

Hacer, en fin, de la vida

una cosa enamorada:

hacer con cada alborada,

crecer en luz y alegría

hacia el pleno mediodía,

y asombrarme ante el alarde

del sol, que incendia la tarde

de occidental lejanía.

 

Tomar la aloja recién

asentada en las tinajas;

cortar del jamón las rajas,

convidar sin ver a quién.

Tener lo poco por güen

alimento de lo humano;

vivir sosegado y sano,

ninguna envidia sufrir

y, sobre todo morir,

como he nacido: cristiano.

 

Y cuando quede dormido

en la nieve de mis cerros,

que pase con los cencerros

la luz de un canto perdido.

Que un rezo grave, dolido

de siglos recen por mí

las pobres gentes de aquí;

que un cardón deshoje flores

y un indio medite amores

del Huaco donde nací.

 

Que alguna vez los puesteros

del valle, rodeando el fuego,

me nombren en el sosiego

musical de sus aperos.

Que me invoquen los arrieros

tropiando en noche cerrada;

que alguien alce una tonada,

  una copla a mi memoria,

y después, que de esta historia

no vuelva a saberse nada.

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