El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Los árboles, por Eusebio Dojorti


Hace un tiempo nos regalaron una foto del algarrobo que está al pie de la tumba de Buenaventura Luna en Huaco. Las imágenes habituales de este árbol nos lo muestran en su relación con la tierra gredosa, singularmente vinculado a la última morada de Eusebio Dojorti. Pero la toma del dibujante Cristian Mallea (de estirpe sanjuanina, hijo de un jachallero de la Punta del Agua), va en busca, son sus palabras, de “esa luz que no se encuentra por estos días en Buenos Aires”. “Esa luz”, como apunta Hebe Almeida de Gargiulo, permaneció siempre encendida en el espíritu del poeta huaqueño y a su entender merece un trabajo que estudie el modo en que, una y otra vez, aparece en la obra de Buenaventura. Todo ello nos lleva a releer unos versos de Dojorti/Luna, un poema en el que los árboles y la luz hacen su mestizaje de amor y vida.

 

Los árboles

 

¿Cómo nací? Lo ignoro. Tal vez gimiendo.

Desnudo y hambriento: menesteroso.

Cuando quise acordar, ya estaba viviendo;

y nunca pude saber si infortunado o venturoso.

 

¡Qué bien me acuerdo de aquellos años

de sorpresas y deslumbramientos! No me dolía

nada. Y fui feliz con engaños

que me forjé con retazos de sueño y fantasía.

 

Cierto. Todo me sorprendía

y encantaba. La luz,

(la luz fue mi alimento total y permanente)

se me fue mostrando en todo: en la polifonía

de los pájaros, en el canto del río,

en el canto del hombre

y hasta en el resplandor sagrado

de la cruz.

 

No me dolía nada… Y un día me dije:

“También la tierra es madre y hembra.

Tiene que ser dichoso el que la siembra”.

(Me lo dije a raíz de un dolor

y puesto que ya bien sabía

que si yo vivía

fue porque siempre me cuidó el amor).

 

El hombre sólo es enteramente libre cuando canta (por el gusto de cantar).

 

Mis árboles trabajan mientras duermo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario